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sábado, 21 de junio de 2008

Primer encuentro centroamericano de trabajadoras del sexo

Viernes 24 de Junio de 2005 Hora local | Managua, Nicaragua

Primer encuentro centroamericano de trabajadoras del sexo
* Denuncian discriminación y acoso, y piden respeto a sus derechos
* Confiesan que su oficio no es nada fácil, pero por falta de empleo tienen que vender sus cuerpos
* Se quejan de maltrato policial y desprecio generalizado en todos los países del Istmo
San Salvador /afp

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“Camila”, trabajadora sexual salvadoreña, permanece en las puertas de un burdel en San Salvador. EFE / END

Nubia es costarricense, es pobre y se gana la vida como ‘trabajadora del sexo’, pero reclama sus derechos igual que un grupo de compañeras centroamericanas reunidas en San Salvador, pues dice estar discriminada por la sociedad y acosada por la Policía.

Enfundada en unos pantalones vaqueros ajustados, azules, y una camisa corta, la costarricense de piel morena habla un poco sobre su vida durante un receso del “Primer Encuentro Centroamericano de Trabajadoras del Sexo” en el que participa en un exclusivo hotel ubicado en la periferia noroeste de la capital salvadoreña. “Ser trabajadora del sexo no es nada fácil, en mi país somos muy marginadas”, comentó a la AFP Nubia Zúñiga, quien aunque a sus 35 años conserva una buena figura, refleja en su rostro una edad mayor, con pronunciadas arrugas alrededor de sus ojos. “Yo no quisiera trabajar en esto, pero no encuentro un trabajo diferente, y pues ni modo, debo soportar que la gente, en toda la sociedad, me discrimine por lo que soy; es horrible a veces que hasta la autoridad (la Policía) te trate de patear por hacer nuestro trabajo”, dice con firmeza Nubia.

Una nicaragüense

Sentada junto a la trigueña costarricense de pelo trenzado que gusta de los perfumes de olor fuerte, está Paula Sáenz.

Es nicaragüense, también es ‘trabajadora del sexo’, y cuenta una historia casi calcada de la de Nubia, pero con la diferencia que ella es madre soltera de dos pequeños.

“En Nicaragua la situación es casi similar que en Costa Rica, yo vendo mi cuerpo por las noches en una calle de Managua, no es gran dineral el que uno gana --unos diez dólares en una buena noche-- pero por lo menos me sirve para cuando mis dos hijos me piden de comer”, afirmó a la AFP Paula, de 42 años, morena, de cuerpo delgado y cabello largo. La nicaragüense no olvida la vez en que, muy grave por una neumonía, acudió a un hospital público de Managua, en donde el personal médico, tras enterarse que era una meretriz, la trató con desprecio y dureza.

“Ese desprecio con que nos ven lo daña a uno como persona”, señala Paula, quien apenas pudo terminar la educación primaria.

Su familia pobre no tenía para seguir costeándole los estudios, por lo que desde los 19 años se dedica a vender su cuerpo, muchas veces a hombres en estado de ebriedad que ya la han golpeado. Una cicatriz en su rostro se lo recuerda a diario.

Los problemas como la marginación, el acoso policial, el maltrato físico y verbal y la pobreza en que viven, son el denominador común en las meretrices centroamericanas, que detestan que las llamen prostitutas, un término que no aceptan y trazan las diferencias.

Una salvadoreña

“Una cosa es la trabajadora del sexo y otra cosa son las prostitutas. Nosotras decidimos cuándo y con quién tenemos sexo, nadie nos obliga, es un trabajo como cualquier otro en donde nos ganamos la plata con nuestros genitales.

Las prostitutas son mujeres explotadas en un lugar, son obligadas, y no somos eso, no lo aceptamos”, afirma otra mujer, la salvadoreña Angélica Quintanilla.

Angélica, de 39 años, es conocida en el ambiente de las ‘trabajadoras del sexo’ salvadoreñas como “Karla”. Es de baja estatura, cuerpo un poco obeso, cabello teñido de color café, pero con un espíritu decidido a lograr que en el país sus derechos como mujeres “y trabajadoras” sean respetados. “Necesitamos que se nos reconozca como personas, como trabajadoras, que no se nos discrimine, que podamos recibir atención médica como cualquier persona común y corriente, hay derecho”, afirmó a la AFP la salvadoreña.

Las tres centroamericanas son parte de un centenar de trabajadoras del sexo de los países del istmo que en el encuentro en San Salvador, intentan ellas mismas “sin ayuda de intelectuales,” elaborar un diagnóstico conjunto de su situación y que podría estar listo en un mes. En el encuentro denominado “Primer Encuentro Centroamericano de Trabajadoras del Sexo”, participan mujeres procedentes de Guatemala, Nicaragua, Costa Rica, Honduras y El Salvador.

Que no las llamen prostitutas

La mujeres, unas ochenta en total, pidieron ayer a todos los asistentes al encuentro que no se les llame prostitutas, pues aseguraron que prefieren ser llamadas trabajadoras del sexo, ya que realizan sus actividades de forma voluntaria.

María Consuelo Raimundo, representante salvadoreña, dijo hoy en una rueda de prensa que decidieron reunirse ante “la necesidad de luchar por la defensa de los derechos humanos para generar sociedades libres de violencia, prejuicios y discriminación”.

Indicó que la reunión “nos servirá para hablar de violencia, derechos económicos, sociales y culturales, y compartir la experiencia acumulada en los diferentes países centroamericanos”.

La representante salvadoreña recordó que “en el corto tiempo que llevamos de conocernos hemos encontrado diversos puntos donde coincide nuestro trabajo, porque somos mujeres organizadas que defendemos activamente nuestros derechos que no son otros diferentes al resto de la humanidad”.

Las participantes en el evento proceden de Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica, y

coincidieron en señalar como sus principales problemas el abuso policial, la ineficacia de los sistemas de salud para atenderlas debidamente, la discriminación y la violencia.

Raimundo denunció que “vivimos situaciones de violencia de pareja, laboral, estructural por el tipo de trabajo que realizamos, el maltrato se legitima a través de nuestra sexualidad”.

Adriana Carrillo, una de las representantes de Guatemala, expresó que en su país “estamos viviendo la misma situación que en otros países centroamericanos, debido a que hay demasiada violencia, tanto de parte de la población en general como por los atropellos y abusos de la autoridad”.

“No se nos deja ejercer nuestra libertad de expresión”, añadió la representante guatemalteca. Mientras, Gretel Quiroz, de Costa Rica, informó de que la principal lucha de las trabajadoras del sexo de ese país es conseguir que se les permita, al final de la edad laboral, obtener una pensión como cualquier otro empleado público o privado. “Si no, llegaremos a ancianas sin tener nada”, apuntó.

Paula Sáenz, de Honduras, pidió a las organizaciones no gubernamentales que las enseñen a trabajar por sí solas, a los Gobiernos que les permitan asociarse libremente y a la sociedad en general que no las estigmatice.

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