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CRICA Hipocrita

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sábado, 21 de junio de 2008

ESCAPÓ DE LA TRATA DE BLANCAS

ESCAPÓ DE LA TRATA DE BLANCAS


El caso de Blanca Lidia Rodríguez, muestra el tráfico de mujeres desde Honduras.

Blanca Lidia Rodríguez fue engañada con la historia que una empresa internacional que buscaba jóvenes bien parecidas que tuvieran la ambición de progresar en el mundo del modelaje, en el que había buenas perspectivas de trabajo y ganar buen dinero. El buen trato y las promesas, más quinientos dólares por anticipado, le hicieron ver un futuro que no se había imaginado para ella.

Al llegar a su destino Blanca Lidia se dio cuenta que no estaba arribando a ningún ?casting' de modelaje ni a un centro especial para modelos: el lugar al que la habían llevado era un burdel de lujo en un lugar del territorio mexicano.

El relato de Blanca Lidia Rodríguez debe servir de alerta a muchas mujeres y a madres de jóvenes que desaparecieron en forma misteriosa, para que pidan la ayuda para rastrear el destino que tuvieron sus hijas, muchas de las cuales están ejerciendo obligadas la prostitución.

El caso de la hondureña Blanca Lidia Rodríguez, 22 años, originaria de un municipio de Santa Bárbara es un reportaje con rostro porque la joven compatriota que es protagonista, no ha tenido reparo en mostrar su cara, aun sabiendo que podría costarle la vida. Escapó a una mafia integrada por hondureños, guatemaltecos y salvadoreños que han armado una bien organizada banda que prostituye mujeres, sin importarles la edad.

Blanca Lidia había viajado un par de veces a Guatemala, especialmente al Santuario de Esquipulas, siguiendo la tradición religiosa de su abuela y madre que año tras año no le fallan al Cristo Negro de la localidad de Esquipulas, Guatemala. El asunto es que una madrugada viajando en el transporte interurbano hacia Guatemala se le sentó al lado una señora de buen aspecto que le entabló una amena conversación. Le refirió que trabajaba para una empresa internacional que buscaba jóvenes bien parecidas que tuvieran la ambición de progresar en el mundo del modelaje, en el que había buenas perspectivas de trabajo y ganar buen dinero.

El trabajo podría ser en México, Canadá o Estados Unidos, pero que si mostraba buenas condiciones podía aspirar en el futuro a trabajar en series de televisión de cine. En ese momento un mundo de ilusiones se le dibujó en la cabeza a la hondureña Blanca Lidia Rodríguez, que apenas había trabajado en empresas sampedranas como vendedora de productos de belleza, en los que había escuchado que las modelos eran las mujeres mejor pagadas del mundo.

UNA CONTRATACIÓN FICTICIA

Doña Mercedes, nombre de la ?dama empresaria? que contactó a Blanca Lidia, es una pieza clave de una bien organizada banda de trata de blancas, que a través del enganche de ofrecer las ?mil ilusiones? a jóvenes incautas de buena apariencia, pronto tenía a la hondureña en una zona residencial guatemalteca, en donde le hizo firmar un contrato de trabajo con carácter de exclusividad donde la joven accedía a figurar en catálogos de modelos que serían ofrecidas a varias empresas extranjeras dedicadas a ese negocio.

El buen trato y las promesas de ganar buen dinero, más quinientos dólares por anticipado, le hicieron ver a Blanca Estela un futuro que no se había imaginado para ella.

Lo raro que notó desde un principio fue que doña Mercedes no le permitió hablar para Honduras y prácticamente la ?secuestró de buenas maneras?, poniéndola en contacto con otras personas que de inmediato la transportaron de noche a la frontera con México. Al llegar a su destino Blanca Lidia se dio cuenta que no estaba arribando a ningún ?casting' de modelaje ni a un centro especial para modelos: el lugar al que la habían llevado era un burdel de lujo en un lugar del territorio mexicano.

COMENZÓ EL INFIERNO

La joven Rodríguez comprendió que el trabajo para el que había sido reclutada era para ejercer la prostitución. En el lugar, Blanca Lidia fue obligada a desnudarse en un cuarto donde dos mujeres la revisaron minuciosamente, impresionándolas por las buenas formas de su cuerpo. Los comentarios halagadores de sus examinadoras le crisparon los nervios: ?oye Blanca, estás en muy buenas condiciones. Hasta pareciera que sos virgen?, le dijo una de las mujeres que en ese momento eran ya sus captoras. ?Estoy virgen?, les respondió Blanca Lidia, ?no me he acostado con ningún hombre y apenas he tenido un novio con el que terminé por querer obligarme a tener relaciones sexuales sin matrimonio?.

Aquella confesión exorbitó los ojos de las mujeres que la hicieron enmudecer con un comentario: ?pues ya te ganaste la lotería, podés cobrar durante tus primeros días hasta doscientos dólares por polvo?.

En el local no había teléfono, constaba de unas treinta habitaciones lujosamente dotadas y amuebladas, música estereofónica fina y algunas veces altisonantes melodías rancheras tex-mex.

De inmediato se percató que no era la única ?nueva reclutada?, que recientemente habían llegado tres jóvenes más procedentes de San Salvador, Tegucigalpa y Managua, pero que en total sus compañeras de oficio ascendía a unas treinta y cinco.

Blanca Lidia rogó a sus captores que le dieran oportunidad de comunicarse con su familia en Honduras, sabiendo que en su casa no hay teléfono, se le ocurrió llamar a un medio de comunicación para denunciar el lugar y su situación. La respuesta que obtuvo fue un encierro en su cuarto por tres días consecutivos durante los cuales le advirtieron que no le permitirían más libertad que la necesaria para atender a los clientes.

LE CUNDIÓ LA DESESPERACIÓN

Después de cinco meses de ser obligada a prostituirse, Blanca Lidia recibía cada noche hasta dos visitas de clientes atraídos por la novedad de pasar una noche con una ?recién desvirgada?, tuvo la visita de un señor bonachón que se prendó de ella. ?Sáqueme de aquí? le dijo Blanca Lidia, ?lléveme con usted, puedo ser su mujer, trabajar para usted, servirle en lo que quiera, pero lléveme, sáqueme de aquí?.

El dueño del antro, un tipo de trato soez, al estilo de los peores capos, fue abordado por el cliente que le ofreció la suma de VEINTICINCO MIL DÓLARES por llevarse a Blanca Lidia. El acento de hablar del interesado en ?comprar a Blanca Lidia? era el de un típico ranchero mexicano. Le dijo al dueño del antro que volvería al día siguiente con el dinero y que para entonces su deseo es que Blanca Lidia no tuviera ninguna otra relación. Así lo cumplió el empresario de la prostitución, que sin ninguna clase de contemplaciones aceptó la cuantiosa suma. Al fin y al cabo Blanca Lidia no había costado ningún precio, pues había sido raptada por la vía del engaño.

La historia a que hacemos referencia ocurrió en abril del 2001 y en septiembre, Blanca Lidia sabía ya lo que era ser víctima de una trata de blancas, pues gracias a que fue vendida a uno de sus clientes pudo escapar del antro.

SU NUEVO DESTINO: OTRO PROSTÍBULO

La sorpresa mayúscula de Blanca Lidia fue que don Dionisio, su comprador, la trasladó hasta Tijuana, donde era un próspero dueño de bares y cantinas, más un par de lupanares elegantes donde satisfacía el apetito sexual de sus clientes.

Ahí se encontró con la novedad que no habían mexicanas, pero sí dominicanas, muchas centroamericanas incluyendo varias hondureñas y varias mujeres europeas, entre las que pudo conocer a una lituana que hablaba español perfectamente.

El prostíbulo donde la alojaron era un verdadero negocio de lujo, allí había hasta internet, canales vía satélite para ver programas pornográficos y una sala de cine donde se exhibían toda clase de películas.

Su gran esperanza fue Alexia, la lituana, que le dijo que ella también fue traída desde Europa engañada con que la iban a llevar a los burdeles más caros de Estados Unidos, consciente que su oficio siempre había sido la prostitución desde que era una adolescente en su país.

Alexia se compadeció de Blanca Lidia, al verla llorar todas las noches, después de cumplir obligadamente las faenas sexuales con toda clase de hombres, en su mayoría camioneros y marineros que acuden a Tijuana en busca del placer.

Alexia tenía de aliadas a dos ucranianas que al igual que ella pensaban llegar a ejercer la prostitución en Estados Unidos para ganarse buena plata. Las tres europeas se conmiseraron de la hondureña, a quien ayudaron a escapar a través de un oficial del centro policial de Tijuana. El escape no fue fácil. Blanca Lidia aceptó que la policía de Tijuana la capturara bajo los cargos de ejercer la prostitución ilegal, pues en ese estado la prostitución es un acto que autorizado por las autoridades locales se considera un oficio más.

En efecto, una noche Blanca Lidia logró salir del establecimiento con las amigas europeas, y a escasos pasos del antro apareció, como lo habían planeado, el jefe policial y sus agentes solicitando documentación a las prostitutas y como era lógico pensar, Alexia y las ucranianas tenían ?sus documentos en regla?, mas no así Blanca Lidia, que adrede había dejado su identificación y su carnet especial en su apartamento. La policía la capturó.

Durante tres días un abogado de mala calaña, representando al dueño del prostíbulo se apersonó reclamando la libertad bajo fianza de la ?empleada del establecimiento?. Pero fracasó en sus intentos, porque Blanca Lidia prefirió hacer vida marital con el jefe policial durante esos cortos días para que luego la entregaran a la migración mexicana. Ahí permaneció por varios meses más, aunque ya no ejerciendo la prostitución.

Este solo hecho le iluminó de nuevo su vida porque una tarde le llegó el aviso de deportación que ella misma gestionó gracias a una organización internacional con ramificación en Honduras, que al conocer su caso hicieron todas las gestiones para liberarla del cautiverio de prostitución en que fue mantenida. Regresó a Honduras a finales del año pasado, marcada por esa cruel experiencia en la que cayó merced a su ingenuidad que la llevó a creer en la oferta de ilusiones que le hizo doña Mercedes.

Para Blanca Lidia relatar que escapó de la trata de blancas no es fácil, pero ha preferido no permanecer en el anonimato y relatar su caso para alertar a miles de mujeres jóvenes hondureñas que se dejan deslumbrar falsamente por ?interesantes ofertas de trabajo? en el extranjero.

Blanca Lidia relata que conoció el caso de dos jóvenes compatriotas, que casi niñas fueron raptadas en Tegucigalpa y ahora se acostumbraron a vivir de la prostitución. Ninguna de ellas quiso esforzarse por salir de ese infierno. Pasan en Honduras ante sus familiares y amigos como si hicieran un trabajo decente en Estados Unidos, ganan aproximadamente unos mil a mil doscientos dólares mensuales, de los cuales pueden enviar a sus familiares unos trescientos dólares por mes, el resto lo pagan en comida, alquiler de cuarto y gastos personales.

El relato de Blanca Lidia Rodríguez, que logró escapar de la trata de blancas debe servir de alerta a muchas mujeres y a madres de jóvenes que desaparecieron en forma misteriosa en diferentes partes del país, para que pidan la ayuda de las organizaciones hondureñas e internacionales para rastrear el destino que tuvieron sus hijas, muchas de las cuales están ejerciendo obligadas la prostitución.

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