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sábado, 21 de junio de 2008

ESTADOS UNIDOS: Trata de blancas sigue siendo el tercero más lucrativo

ESTADOS UNIDOS: Trata de blancas sigue siendo el tercero más lucrativo

Red internacional sigue operando con impunidad y caso de la menor Jackeline María demuestra como opera el vil negocio en Centroamérica


El Comercio Newspaper
Publicado el 10-26-2007


- Ha pasado casi tres años y hasta el momento se desconoce el paradero de una menor que fue secuestrada por una banda de tratantes de blancas. En la fotografía, Jackeline observa un semblante serio, pero el destello de sus ojos la traiciona. El menudo torso envuelto en un halter amarillo, enfundadas las delgadas piernas en pantalones negros.

Esto es uno de los tantos casos que vienen ocurriendo en varios países centroamericanos pero nadie quiere hablar de espinoso tema que preocupa

Mantiene cruzados los pies que calza con modernos tenis, recargada sobre la mesa en la que yace, a su espalda, un enorme espejo con marco dorado que refleja el grueso cabello color azabache que le cae debajo de la cintura.

Segundos antes de que la cámara captara su imagen, alcanzó a apretar la sonrisa; el talante sereno fue traicionado por la gesticulación natural de una niña que disfruta la ingenuidad de sus 11 años.

La instantánea fue tomada dos semanas antes de que Jackeline María Jirón Silva fuera secuestrada por integrantes de una red internacional de trata de blancas, a bordo de un automóvil blanco, en la playa Paso Caballo de Nicaragua, el 5 de diciembre de 2004. Desde entonces, la niña ha sido prostituida en todo Centroamérica. Actualmente sus proxenetas la tienen en Tapachula, Chiapas.

Su afiche ha sido reproducido más de 4 mil veces y las pesquisas de su rastro recogidas por su madre, María de Jesús Silva, quien, ante la ineficiencia del sistema de justicia y en un acto desesperado, fue a buscarla a Nicaragua, Honduras, Costa Rica, El Salvador y México, desafiando su realidad de mujer pobre, inmigrante y analfabeta.

El secuestro

Desde hace unos años que María de Jesús trabaja como doméstica en San José, lejos de su familia, obligada –como el millón de nicaragüenses que vive en Costa Rica– por la miseria que azota a su país. Según el BID, Nicaragua es el segundo país más pobre del continente americano, después de Haití. Madre de cuatro hijos, siempre tuvo la corazonada que debía traer consigo a su única niña, pero no pudo.

La tarde de aquel 5 de diciembre, vía telefónica, el padre de Jackeline, Anastasio Jirón, le reportó el rapto de la niña en Paso Caballo, municipio de Corinto, adonde fue de paseo con una familia vecina. Varios testigos, incluido su hijo menor, presenciaron el secuestro.

María regresó a su país y la buscó en las playas de Nicaragua. Se desencantó del sistema judicial. Cuando denunció el secuestro, le entregaron una copia con la promesa de buscarla. Un mes después, alguien le leyó su contenido: “María de Jesús Silva sufre de trastornos mentales por la pérdida de su hija, a quien busca por toda la región centroamericana”.

Con la fotografía de Jackeline impresa a colores, subía a los autobuses para que la gente la identificara. En la frontera Nicaragua-Honduras se enteró de que Esmeralda Mendoza López, una prostituta conocida en toda la frontera, tenía a la niña. La policía le confirmó la versión.

Con la habilidad de una investigadora, María de Jesús logró ubicar a la proxeneta y consiguió que la policía de Honduras la detuviera. Un juez la encontró culpable de participar en el secuestro de Jackeline; actualmente está recluida en un penal de Choluteca, Honduras, pero la ley no la obliga a revelar el paradero de la niña. Si presenta “buen comportamiento” en unos meses saldrá libre. Al momento de su captura, le encontraron cinco pasaportes de distintos países a su nombre.

El caso de Jackeline Jirón es emblemático porque, aunque aún no ha sido rescatada, se ha podido rastrear la ruta usada por sus captores para prostituirla en varios países.

En Honduras, María de Jesús supo que su hija se encontraba en El Salvador, cerca de Playa Tamarindo, en el prostíbulo “Las Playitas”, donde los proxenetas le cortaron el cabello y lo tiñeron de rubio claro.

De prostíbulo

en prostíbulo

En El Salvador se enteró de que la tuvieron en los burdeles “Las Luces” y “El Infierno”. Siguió el rastro y encontró que se la habían llevado a Tecún Umán, Guatemala. Recorrió de arriba abajo Centroamérica, los bares abiertos que ofrecían el acompañamiento de niñas y las casas clandestinas. En uno de ellos confirmó que a Jackeline la habían pasado a México.

Entró al país y recorrió los bares de la Costa al Soconusco. De Arriaga a Tuxtla y de aquí a Tapachula. “Si hubiera llegado dos días antes, porque aquí tenían a su hija…”, escuchó siempre de la boca de otras niñas secuestradas. El saberse tan cerca de su hija y no poder alcanzarla acrecentaba su impotencia.

“Ví cosas que no pensé que existieran. Lo peor, hice cosas que no pensé que haría. Los prostíbulos están llenos de niñas, vendidas por traficantes y abandonadas por sus padres. Las veía prostituirse y deseaba que cualquiera de ellas fuera mi hija. Me conformaba con acariciarles el cabello, me ilusionaba pensando que en el siguiente burdel encontraría a mi Jackeline. Todo lo que he sufrido es nada frente a lo que estará pasando mi niña.”

Los tratantes de blancas parecen estar enterados de todos los movimientos que se hacen para encontrar a Jackeline. Rocío Rodríguez explica que cuando detectaban que la tenían en algún país, notificaban a la policía local, pero cuando se hacía el operativo para su rescate, ya había sido trasladada.

En México quedó inconclusa la búsqueda, porque María ya no pudo costear la travesía. “Hice todo por encontrar a mi hija”, dice. Regresó a su antiguo trabajo y ahorra para volver a Tapachula. Sabe que su hija es adicta a la heroína, pero dice, “no importa como la encuentre, lo único que quiero es recuperarla”.

“Era muy sociable, alegre, quería aprender más de lo que sabía. Reía todo el tiempo. Se comunicaba con sus hermanos. Soñábamos con sus 15 años. Quería tener una fiesta única. Abrimos una cuenta bancaria para ahorrar, pero no se pudo hacer”, solloza.

Denuncia el desinterés oficial ante la trata de niños: “si tan sólo pusieran más cuidado en las fronteras, los traficantes no sacarían a los niños tan fácil. ¿Por qué los policías que vieron a esa prostituta con mi hija no la detuvieron?”

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