EL ANTIMPERIALISMO algo del PLN tico
p La más difundida entre las concepciones no marxistas de la lucha antimperialista en América Latina es la que sustenta el nacional-reformismo.
p Esta corriente surgió en el continente en las décadas de los 20 y los 30 del presente siglo, cuando apareció en la palestra política, en Perú, el partido aprista o Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA). Los fundamentos del aprismo, formulados por su dirigente Haya de la Torre y sus adictos, sirvieron como base para otros partidos nacionalreformistas de América Latina [283•2 .
p Los teóricos del aprismo se proclamaron “continuadores” de la doctrina de Marx y Engels y fundadores de un llamado marxismo latinoamericano. Sin embargo, Haya de la Torre y sus adeptos, en realidad, falsificaron el marxismo–leninismo [283•3 .
p En contraposición a la teoría leninista acerca del imperialismo, los líderes del APRA vertebraron una concepción propia que, según ellos, responde a las condiciones de América Latina. Su esencia se reduce a la tesis según la cual el imperialismo en este continente no es la última, sino la primera fase del capitalismo. Haya de la Torre y sus partidarios afirman que, por cuanto el capitalimo en América Latina sólo comienza a formarse, el imperialismo en estos países juega un papel progresista y estimula su desarrollo capitalista [283•4 .
p Esta conclusión del aprismo se basa en la tergiversación sofística de los procesos reales del desenvolvimiento socioeconómico de las naciones latinoamericanas. Haya de la Torre, exagerando desmedidamente las particularidades específicas 284 de desarrollo del capitalismo en América Latina, intentó demostrar el carácter “peculiar” de ese desarrollo.
p Claro está, el capitalismo tiene en el continente sus rasgos peculiares. En particular, a diferencia del euroccidental, reviste un carácter dependiente. Ello, sin embargo, no da razón para hablar de particularidades de fondo en el desarrollo del capitalismo en la región, ya que el capitalismo en América Latina se desenvuelve como parte integrante del sistema capitalista mundial y se encuentra sujeto a las leyes objetivas de éste.
p Es infundada también la tesis de los apristas acerca del papel progresista del imperialismo en América Latina contemporánea. A pesar de que el imperialismo puede ejercer y ejerce en algunos casos un efecto estimulante en las fuerzas productivas, en general, se manifiesta como el freno principal para el desarrollo socioeconómico de las naciones latinoamericanas. Esto lo confirma convincentemente la grave situación económica en la que han quedado sumergidos los países del continente, mientras los monopolios de las potencias imperialistas, sobre todo de EE.UU., extraen cuantiosas ganancias mediante la explotación de los pueblos de América Latina.
p En base a la tesis central de Haya de la Torre acerca del imperialismo como primera fase del capitalismo en los países subdesarrollados, surgió también la concepción, promovida por los apristas. del llamado “antimperialismo constructivo”.
p “Si el imperialismo significa para nuestros pueblos la instauración del período de su industrialización —sostiene Haya de la Torre—, y si la industrialización es indispensable para el progreso económico-social de nuestros pueblos, el antimperialismo debe confrontar esa realidad" [284•5 . Más adelante escribe: “Su abolición (la del imperialismo, Nota del Autor) no es tarea histórica de los pueblos situados a la retaguardia de la marcha económica" [284•6 . De esa manera, la plataforma aprista, en esencia, se reduce a una apología apenas encubierta del imperialismo, y las exhortaciones a la “lucha constructiva" contra el imperialismo pasan a enmascarar el afán de corregir solamente algunos de sus rasgos negativos. “Nosotros proponemos —dice Haya de la Torre —, 285 aprovechando la experiencia histórica del mundo, obtener todos los beneficios de la industrialización procurando amenguar en cuanto se pueda todos sus dolores y todos sus aspectos de injusticia y de crueldad" [285•7 .
p Los teóricos del aprismo niegan la presencia del factor clasista en la lucha contra el imperialismo, restringiéndola al concepto de lucha del pueblo. No es una lucha de clases, sino de pueblos escribe Laurencio Bazual, uno de los ideólogos del aprismo [285•8 . El pueblo, por otra parte, es enfocado como una categoría supraclasista, sin contradicciones de clase.
p Tales ideas fueron agudamente criticadas ya por el destacado marxista latinoamericano José Carlos Mariátegui. El fundador del Partido Comunista Peruano concedía importante significado al movimiento antimperialista en la lucha liberadora. Subrayaba, sin embargo, que la lucha antimperialista de por sí no puede conducir a la conquista del poder, considerando que sólo la revolución socialista levantará una barrera infranqueable y segura contra la penetración imperialista. Mariátegui, de esa manera, recalcaba el nexo indisoluble entre la lucha antimperialista y la lucha revolucionaria, clasista, y destacaba que el movimiento antimperialista es parte integrante de la lucha por el socialismo.
p Partiendo de la errónea tesis de que los países de América Latina están sometidos a una dependencia de carácter colonial respecto del imperialismo de EE.UU.. los apristas sostienen la necesidad de una etapa específica de lucha antimperialista que debe preceder, según ellos, a la lucha de clases.
p Llevar a cabo la etapa antimperialista es una función del Estado que Haya de la Torre lo denominó antimperialista. El “Estado antimperialista”, en esencia, debe ser un capitalismo de Estado que estimule el desarrollo capitalista.
p Las tesis del “antimperialismo constructivo" y del “Estado antimperialista" guardan estrecha relación con la teoría de la interdependencia, que constituye uno de los dogmas básicos del nacional-reformismo. Haya de la Torre expuso su contenido esencial en el libro El antimperialismo y APRA (1928). “Los países capitalistas nos son tan necesarios —decía él— como nosotros lo somos para ellos.”
p A fines de los años 30 la teoría de la interdependencia se concretó en la tesis de que “nosotros necesitamos de los Estados Unidos tanto como ellos necesitan de nosotros" [286•9 .
p Estos postulados fundamentales del aprismo sirvieron de guía para otros partidos nacional-reformistas latinoamericanos que surgieron en las décadas del 30 y del 40. Partidos gobernantes como Acción Democrática en Venezuela y, especialmente, el Movimiento Nacionalista Revolucionario en Bolivia, basándose en la teoría del “antimperialismo constructivo”, en las décadas del 50 y del 60 aplicaron en la práctica una política de estímulo al desarrollo capitalista con ayuda del capital extranjero que condujo al reforzamiento de la dependencia de sus países respecto del imperialismo.
p Haya de la Torre, para lucir un lenguaje metafórico, comparó el papel del capital extranjero en los países en desarrollo con el papel que juega la transfusión de sangre de un organismo fuerte a otro débil. De lo mismo se habla en documentos del año 1962 de Acción Democrática de Venezuela. “Consideramos —se dice en uno de ellos— que en Venezuela, como en todos los países atrasados, el capital inversionista extranjero puede cumplir una función de desarrollo económico" [286•10 .
p Esta misma idea fue expresada en el programa del Partido Liberal Nacional para 1974–1978, donde se indica que las inversiones extranjeras proporcionan capitales para crear empresas, desarrollar la tecnología y facilitan la salida a los mercados de otros países.
p Últimamente, frente a los cambios en la situación externa e interna, así como a raíz de la profunda crisis que experimenta la política del “antimperialismo constructivo”, algunos partidos nacional-reformistas empiezan a manifestarse decididamente contra la opresión del capital extranjero en la economía de sus países aplicando respecto al mismo una política más severa. Esto se nota especialmente en la actividad 287 de Acción Democrática de Venezuela. Desde 1974 el gobierno venezolano encabezado por Carlos Andrés Pérez, que representa a dicho partido, inició una serie de importantes medidas enfiladas contra la dominación del capital extranjero. La más importante fue la nacionalización del hierro y del petróleo, lo cual significó un importante paso hacia la creación de las bases para una economía independiente.
p Muy análoga es la posición del Partido Liberal Nacional de Costa Rica. Los fundamentos teóricos de su política fueron expresados en el libro La pobreza de las naciones de que es autor José Figueres [287•11 , líder de ese partido, y en la práctica se manifestaron en algunas acciones de corte antimperialista, llevadas a cabo por el gobierno costarricense durante el período 1973–1978 y orientadas al logro de la independencia económica. En particular, la Asamblea Legislativa anuló las leyes que concedían privilegios especiales a las compañías norteamericanas que operan en el país.
p La adopción de una postura más rígida respecto al capital extranjero por parte de los partidos nacional–reformistas de Venezuela y Costa Rica es testimonio también del fracaso de la teoría de la interdependencia.
p A fines de los años 60 y comienzos de la década del 70 algunos partidos nacional-reformistas llegaron a la comprensión de que la tesis de la interdependencia, en suma, tiende a justificar la opresión de los monopolios yanquis en América Latina y conduce a una mayor dependencia y atraso económicos [287•12 . En particular, Acción Democrática desde 1974 empezó a manifestarse decididamente en contra de la subordinación de las organizaciones interamericanas al dictado de EE.UU., exigiendo la revisión cardinal de la estructura y políticas de las mismas. Así, por ejemplo, refiriéndose a la Organización de Estados Americanos, el presidente de Venezuela Carlos Andrés Pérez declaró: “Los métodos y objetivos de la OEA tienen que ser revisados y hacerlos más adecuados a los nuevos tiempos”. Más adelante subrayó que la función de la OEA 288 debe complementarse “con la creación de un organismo latinoamericano que nos permita a los países de la comunidad identificar nuestros propósitos y objetivos. [288•13
p Acción Democrática de Venezuela y el Partido Liberal Nacional de Costa Rica desde mediados de los años 70 desplegaron también una actividad muy intensa encaminada a unificar a todas las naciones latinoamericanas para incentivar la lucha por la independencia económica y contra los monopolios imperialistas.
p Sin embargo, los cambios positivos en la plataforma de los partidos Acción Democrática y Liberal Nacional y su evolución hacia acciones más decididas contra el imperialismo no significan en modo alguno que hayan renunciado a la ideología del nacional-reformismo. Se trata sólo de un reajuste parcial de los postulados de esta doctrina, de la intención de los líderes más realistas de “remendar” la ideología nacionalreformista, el fracaso de cuyos fundamentos básicos se hace cada día más evidente.
p Ello se manifiesta, ante todo, en el abierto afán de los líderes nacional-reformistas de Venezuela y Costa Rica de conducir a sus países por la vía capitalista y de estimular por todos los medios el capital privado a la par del estatal. C. A. Pérez, por ejemplo, declaró que la nacionalización del hierro y del petróleo no significa que el gobierno se proponga aplicar una política semejante respecto al capital nacional. Tampoco —dijo— el gobierno hace de las nacionalizaciones “una doctrina global para aplicarla a otras actividades industriales, sino que están limitadas a las industrias básicas, quedando abierto un amplísimo campo de actividades para desarrollarse mediante empresas mixtas y privadas" [288•14 .
p El carácter restringido de la concepción nacional–reformista del antimperialismo también se hace visible cuando se analiza el enfoque por esos partidos de la cuestión referente a las fuerzas motrices de la lucha antimperialista.
p Según afirman los apastas, las fuerzas motrices de la revolución son los obreros, campesinos y las capas medias. Sin embargo, la clase obrera no juega en tal alianza el papel dirigente. Para argumentar esta aseveración, Haya de la Torre planteó la tesis de la “inmadurez” de la clase obrera 289 en América Latina y de su falta de capacidad para encabezar la lucha revolucionaria en el continente [289•15 .
p Los ideólogos nacional-reformistas bolivianos y venezolanos propusieron una interpretación algo diferente en la forma. No negaron, de palabra, el papel rector de la clase obrera. Pero lo hicieron con el objeto de encauzar el movimiento proletario no por la vía revolucionaria, sino por la del reformismo, para “integrarlo” a la sociedad capitalista. En particular, los líderes del Movimiento Nacionalista Revolucionario de Bolivia exhortaron directamente a los obreros a renunciar a las huelgas, paros y otras acciones semejantes alegando que ello sólo causaría daño a la revolución que, supuestamente, se hacía en interés del pueblo [289•16 . Tal argumentación era una evidente demagogia, por cuanto la revolución de 1952 en Bolivia sólo en los primeros tiempos tuvo un filo radical antimperialista, mientras que más adelante, bajo el influjo del ala derechista del MNR, se despeñó hacia las posiciones del reformismo.
p Los nacional-reformistas de Costa Rica también propagan la idea de la paz social. Según ellos, precisamente gracias a la paz social se puede alcanzar el progreso en el terreno social y económico.
p El papel rector del Estado en la implantación de la paz social y en la solución de las tareas antimperialistas y antioligárquicas de la revolución nacional representa el postulado fundamental de los teóricos reformistas. Los líderes del MNR, por ejemplo, predicando la armonía de clases, proclaman al Estado nacional como una institución supraclasista que refleja los intereses de todas las clases del país. Paz Estenssoro manifestó en 1971 que el Estado nacional democrático y popular es el órgano que expresa los intereses de la nación boliviana. De esa manera, soslayando las contradicciones de clase en el “Estado antimperialista" y, exhortando a todas las clases y capas de la sociedad a desarrollar las relaciones capitalistas, los ideólogos del nacional-reformismo pretenden alcanzar una participación general en la “colaboración justa" con el imperialismo.
p Las limitaciones de la ideología nacional-reformista se 290 manifestan bien claras al analizarse la tesis acerca de los “países pobres y países ricos" que ellos sustentan. Esta teoría se basa no en el principio de clasificar a los países por sus características socioeconómicas, sino por el nivel de su poderío económico y político. J. Figueres, por ejemplo, divide el mundo en países industriales, incluyendo en ese grupo, a la par de EE.UU. y los países de Europa Occidental, también a la URSS, y en países atrasados que, según su expresión, forman el “proletariado mundial" [290•17 .
p Como es sabido, la teoría de los “países ricos y países pobres" es sustentada por diferentes fuerzas políticas, comenzando por los apologistas desembozados del imperialismo y terminando por los elementos de ultraizquierda. Aunque el contenido esencial de la misma no varía, cada una de las fuerzas políticas introduce determinadas peculiaridades en su interpretación.
p Los nacional-reformistas latinoamericanos hacen principal hincapié en “desacreditar” la experiencia de los países socialistas, presentándola como “incompatible” con América Latina. A la vez, procuran demostrar que la única vía de desarrollo para las naciones latinoamericanas es el capitalismo.
p Tareas análogas, según su opinión, está llamada a cumplir la teoría de los “dos imperialismos”, que difunden con especial insistencia.
p Los teóricos del nacional-reformismo se esfuerzan por respaldar semejantes conclusiones con toda clase de falacias extraídas del arsenal del antisovietismo. El tema central de todos los escritos de Rómulo Betancourt, por ejemplo, es el del “imperialismo soviético”, la “falta de democracia" en la URSS y en los países socialistas, la “explotación de los obreros" en los Estados del socialismo, la transformación de la Unión Soviética “en país capitalista”, etc. [290•18 .
p La teoría de los “dos imperialismos”, al igual que la de los “países pobres y países ricos”, es utilizada por los nacional-reformistas también con la intención de cargar sobre los Estados socialistas, ante todo sobre la Unión Soviética, la responsabilidad por el subdesarrollo de los países 291 que se liberaron de la opresión colonial. De esa manera se procura ocultar el hecho de que sonreí colonialismo y el imperialismo la causa del subdesarrollo de esas naciones.
p En los años 60 y 70 los partidos nacional-reformistas de América Latina entraron en una fase de crisis. Surgieron núcleos que, descontentos con la política conformista de los dirigentes de derecha, abandonaron sus partidos formando distintos grupos de izquierda. Por ejemplo, en los años 60 aparecieron el Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) en el Perú y el Movimiento Electoral del Pueblo (MEP) en Venezuela. La diferenciación dentro de los partidos nacional–reformistas sigue avanzando. Bajo la presión de los sectores progresistas de su militancia, los dirigentes más realistas de Acción Democrática y del Partido Liberal Nacional se vieron obligados a adoptar en algunas cuestiones posturas antimperialistas, renunciando en ocasiones a sus anteriores consignas.
p La crisis del nacional-reformismo se expresa también en la creciente evolución hacia la derecha de algunos de estos partidos. El ejemplo más característico es el APRA. Esto se manifestó de manera especialmente clara a la luz de las transformaciones revolucionarias que se operaron en Perú después de 1968. Los líderes apristas desde los primeros días de la revolución desplegaron una amplia campaña contra las medidas antimperialistas y antioligárquicas que impulsó el gobierno de las Fuerzas Armadas. En particular, se opusieron a la reforma agraria. En respuesta a la ley agraria, los dirigentes del APRA emitieron una declaración expresando su desacuerdo con los postulados básicos de la misma y, sobre todo, su descontento por estar enfilada aquélla contra los establecimientos agroindustriales económicamente fuertes de tipo capitalista. En vez de la nacionalización de las grandes haciendas y la distribución de la tierra entre quienes la trabajan, volvieron a enarbolar la vieja consigna de la colonización de nuevas tierras.
p Con mayor ahínco aún los apristas se manifestaron contra la política de nacionalización del petróleo, del hierro y de otras ramas de la industria. Uno de los dirigentes del APRA, Armando Villanueva, calificó sin ambages la socialización de la propiedad como un “acto antihumano y totalitario" [291•19 .
p También provocó una reacción hostil la decisión del 292 gobierno revolucionario de crear el sector de la propiedad social, orientado contra el capital privado. Los teóricos del APRA propusieron como alternativa, a tenor con la teoría del llamado capitalismo popular, la convocatoria de un Congreso económico nacional integrado por representantes del Estado, del trabajo y del capital, tanto local como extranjero. Según sus aseveraciones, precisamente una institución de este tipo es capaz de lograr una colaboración “justa” tanto entre las clases y capas de la sociedad peruana camo entre el capital nacional y el extranjero. La esencia reformista de semejantes anunciados es obvia.
p Los apristas, organizando desórdenes y acciones contrarrevolucionarias, la subversión y el sabotaje en el aparato estatal, intensificaron su ofensiva política e ideológica contra los círculos progresistas de los militares peruanos, la clase obrera, el campesinado y otras fuerzas de la revolución. Sostienen que la causa de las dificultades económicas que experimenta Perú reside en la inconsistencia de las medidas emprendidas por el gobierno revolucionario de los militares y, de esa manera, tratan de denigrar sus iniciativas, sembrar entre las masas la desconfianza y la hostilidad hacia el gobierno militar.
p El APRA representa un serio peligro para el proceso antimperialista también por ser el baluarte de todos los enemigos de este proceso, desde la oligarquía hasta la ultraizquierda.
p No es casual, por eso, que los círculos imperialistas y sus ideólogos desde el comienzo de la revolución depositaran en los apristas grandes esperanzas en la pugna contra el gobierno.
p El Partido Comunista Peruano lucha indeclinable y consecuentemente contra el aprismo desenmascarando el carácter proimperialista de esta corriente. En las resoluciones del VI Congreso del PCP, en particular, se prestó suma atención a ello, subrayando que el aprismo es un instrumento en manos del imperialismo y la oligarquía [292•20 .
p ¿En dónde cabe buscar las raíces de la crisis del nacional-reformismo ?
p Esta crisis es un resultado de la marcha misma del proceso histórico y, ante todo, del fortalecimiento del sistema socialista, del ascenso del proceso revolucionario mundial y 293 del movimiento antimperialista de liberación nacional, así como de las necesidades vitales del desarrollo de la economía nacional. Todos estos factores, precisamente, condicionaron el giro hacia una postura más realista en algunos partidos y pusieron más de relieve la esencia reaccionaria de aquellos partidos nacional-reformistas cuyos líderes tratan insistentemente de seguir aferrándose a sus viejos postulados refutados por la vida.
p El giro hacia la izquierda que se opera en los años 70 en las actividades de algunos partidos nacional-reformistas y de los gobiernos que encabezan crea premisas objetivas para que tales partidos y gobiernos puedan participar en acciones antioligárquicas y antimperialistas en unión con otras fuerzas progresistas de América Latina.
Esto, claro está, no significa que los comunistas de América Latina cierran los ojos ante la política conformista e inconsecuente de los nacional-reformistas. Los partidos comunistas evalúan la actuación de estos últimos partiendo de criterios clasistas. Al mismo tiempo, como se indica en la Declaración de la Conferencia de los Partidos Comunistas de América Latina y del Caribe celebrada en 1975, hay que juzgar las posiciones políticas de otras fuerzas latinoamericanas, fundamentalmente, a partir de su actitud ante el enemigo principal, el imperialismo yanqui. “Por ello —se dice en la Declaración—, sin disminuir la lucha por los derechos democráticos y por la conquista de nuevas estructuras en el interior de nuestros países, los comunistas estamos dispuestos a respaldar e impulsar aquellas posiciones de los gobiernos latinoamericanos que signifiquen la defensa de nuestros recursos naturales o el esfuerzo por poner coto a la pretensión de las compañías transnacionales por conservar y extender cada día más el dominio sobre nuestras economías"
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