Reflexión sobre la mentira del país que miente: Costa Rica, un país que conocerlo de verdad da pena. Si por ellos fuera se añadirían como un nuevo Estado-USA

CRICA Hipocrita

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jueves, 12 de junio de 2008

Crica Usa TE USA: de NEUTRALIDAD NADA

Oligarquía latinoamericana: camino sin retorno

El imperialismo paga con respaldo sus favores
Jorge Gómez Barata (Visiones Alternativas)
Uno de los daños colaterales más nefastos de la conquista y la colonización, acentuado y aprovechado por el neocolonialismo, fue la corrupción de las funciones públicas y el alma de los líderes.
El saqueo de las riquezas de los aborígenes, el otorgamiento de los puestos en la administración colonial sobre la base del nepotismo y el cohecho, privilegios como las mercedes de tierra, las concesiones mineras y comerciales, las mitas y encomiendas que dieron lugar al enriquecimiento ilícito, fueron premisas para una corrupción política institucionalizada que aun subsiste.
Sin negar la existencia de motivos sentimentales, la formación de identidades e incluso los sentimientos patrióticos, por lo general, el detonante para las luchas por la independencia en Latinoamérica estuvo relacionado con el descontento del sector más acaudalado de la clase criolla, respecto a las políticas coloniales de España.
De entre elementos de aquella élite blanca privilegiada, beneficiaria de la esclavitud y la servidumbre, mezclados por lazos familiares, negocios y relaciones con individuos de la administración, el ejército colonial y el clero, en el momento de la independencia surgió la oligarquía, una casta bastarda e intrínsicamente perversa, por medio de la cual, los males de la colonia sobrevivieron en las repúblicas.
La oligarquía latinoamericana se apropió de las glorias de los genuinos patriotas y usurpó sus derechos, asumió las republicas nacidas de la independencia como un botín y, a sus pobladores más pobres como levas de servidores.
Durante cierto tiempo, por los efectos de comparar la evolución de los procesos históricos en Iberoamérica y en las metrópolis europeas, se consideró que la formación de las oligarquías podía explicarse por el carácter tardío de la independencia, por la penetración del capital extranjero y por la dependencia a los nuevos imperios, especialmente a los Estados Unidos.
Si bien todos estos factores estuvieron presentes y en algunos lugares fueron determinantes, al desplegarse el proceso de descolonización afroasiático, en aquellas regiones, se apreció un comportamiento de las fuerzas políticas nativas mucho más coherentes y comprometidas con las naciones y los pueblos.
Sin llegar a ser radicales ni suprimir la propiedad privada, abolir las diferencias de clases e incluso el régimen basado en escandalosos privilegios, las elites dominantes que condujeron tales procesos, actuaron de modo esencialmente diferente a sus pares latinoamericanos.
Por mucha barbarie que se atribuya a los gobiernos autoritarios de los países afroasiáticos, es difícil encontrar en otras regiones del mundo, en la escala y con la regularidad con que se expresa en América Latina, un fenómeno político equivalente al que dio lugar y todavía hoy reproduce los regimenes oligárquicos.
Esa oligarquía que parece parte del paisaje y del clima de la región, es mutante y posee facultades miméticas que le permiten sobrevivir, asociándose a las dictaduras militares y a los gobiernos pseudo democráticos y nacionalistas cosméticos, sobreviviendo en ambientes que debieran repelerlos.
Esa subsistencia se explica por la eficiencia que ha mostrado como instrumento de dominación del imperialismo que paga con respaldo sus favores.
Por la vigencia de semejantes fósiles, cuando en América Latina ocurren procesos políticos avanzados, como los que protagonizaron Sandino, Jacobo Arbenz, Salvador Allende y como el que tiene lugar en la Venezuela Bolivariana, la oposición, regida por primitivos códigos oligárquicos, se descoloca y encerrada en el esquema de sus mezquindades, no tiene otra alternativa que acudir al imperio, colocándose en ruta de colisión con las mayorías y los intereses de las naciones.
De hecho cuando en Europa, los Estados Unidos, el Japón, la India e incluso los “Tigres Asiáticos, aparecieron gobiernos que propusieron la utilización de los recursos nacionales para auspiciar el desarrollo, el bienestar popular y la justicia social, la oposición, aunque de modo critico se sumó. Lo que es bueno para un país lo es también para sus elites, incluso para su burguesía.
La mezquindad, la pequeñez de sus minúsculos intereses egoístas, el desprecio a los indígenas y el desdén por los pobres impide a los oligarcas latinoamericanos percibir cuando se ha entrado en una nueva etapa del desarrollo con cuyo despliegue, al ganar la Nación, ganan todos.
La actitud retrograda e históricamente desfasada conque, como ahora ocurre en la Venezuela Bolivariana, se intenta contaminar a toda la sociedad es esencialmente suicida y, para la oligarquía, un camino sin retorno.

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