Reflexión sobre la mentira del país que miente: Costa Rica, un país que conocerlo de verdad da pena. Si por ellos fuera se añadirían como un nuevo Estado-USA

CRICA Hipocrita

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martes, 17 de junio de 2008

Corrupcion e Infidelidad

la corrupción es como la infidelidad

En Panamá, en Costa Rica la corrupción es como la infidelidad. Todos la critican, incluso los que la practican

Si Martín va a cumplir su promesa de cero corrupción, necesitará cambiar los esquemas mentales de nuestra población porque vivimos en un país con dificultades para definir qué es la corrupción. Este fenómeno atávico ha persistido a través de nuestra historia, pero solamente su crecimiento impúdico en los últimos 40 años ha causado malestar ciudadano.

El problema es fácil de entender, simple de diagnosticar y difícil de curar. La razón es una. En Panamá, la corrupción es como la infidelidad. Todos la critican, incluso los que la practican.

¿De dónde va a sacar el nuevo Presidente las personas que puedan ejecutar un programa de gobierno que no se empantane en acusaciones y explicaciones sobre presuntos actos de corrupción? No será de un sector empresarial acostumbrado a coimear para conseguir una prebenda. Tampoco de un sector público inmerso en la lisonja y la sumisión necesarias para sobrevivir los cambios de gobierno. ¿Cómo puede un pueblo adulto aceptar la tesis que una persona con larga historia de cuestionamientos puede convertirse por orden del rey en límpido director de una entidad pública?

Otro paso importante es definir qué es corrupción. Muchos olvidamos que igual de corrupto es el funcionario que silencia un medio de difusión a cambio de publicidad estatal, como el empresario que paga una prima para garantizar la pronta tramitación de su gestión. Tan corrupto es el funcionario que investiga selectivamente, como el ciudadano que mide con vara larga al adversario y corta al amigo. En ambos casos hay corrupción, lo que cambia es el monto pagado por el favor ilegítimo.

La clase política no puede continuar ofreciendo sainetes circenses como el escenificado por el nuevo presidente de la Asamblea, preguntándose filosóficamente ante las cámaras por qué el pueblo tiene una percepción de corrupción del Organo Legislativo. Simultáneamente sus compañeros ponían al eminente jurisconsulto Binns a interpretarnos la versión bocatoreña del debido proceso violado a 14 virginales legisladores.

Y no nos olvidemos del minúsculo tamaño de nuestro país, donde ya los corrillos abundan con rumores de que la más somera investigación alcanza a miembros del nuevo gobierno en su accionar pasado. ¿Se convertirá la alharaca de hoy en otra de la larga lista de investigaciones llevadas hasta las primeras consecuencias? O posiblemente se convertirán en los dossier ambulantes de los tiempos de la dictadura, meticulosamente armados no para castigar, sino para someter a cualquier mafioso que, habiendo sido bajado de la papa, se atreviese a violentar la omertá.

La gran aliada de la corrupción es la apatía ciudadana. Nuestro pueblo comienza a entender que lo importante no es que el dirigente de turno se bañe en regadera, sino que los manejos dolosos de los políticos se traducen en mayores impuestos y menores oportunidades. Lo que le falta entender a la ciudadanía es que la pelea contra la corrupción es competencia de todos. El denunciarlo es deber; no participar es imperativo.

Debemos entonces prepararnos para una lucha ardua y permanente, porque los casos de corrupción se van a dar. Debemos seguir el ejemplo vecino, donde existen los mecanismos independientes de investigación y los dejan trabajar. El contraste es impresionante: mientras en Costa Rica enjaulan a un ex presidente, en Panamá perseguimos a un presunto ladrón de cinco hojas de zinc. Mientras en Guatemala un presidente se da a la fuga ante la ira ciudadana, en Panamá investigamos los Bingos.

Es por esto que el nuevo gobierno debe comprender que no solamente debe haber investigaciones, sino que los involucrados tienen que ser importantes. En un país donde de un plumazo se borran 23 millones de la partida discrecional, no puede ser aceptable que ahora busquen quién se robó una cámara o mil galones de gasolina, o aceptó un pasaje a Cancún. Igualmente inexplicable sería la tardanza en comenzar esta labor, cuando abundan las listas en los medios y en las organizaciones pro transparencia.

Una de las promesas más interesantes de la Patria Nueva fue la de crear un organismo anticorrupción, que en su momento iba a ser dirigido por el segundo vicepresidente. Esta semana nos ofrecieron en vez una flácida comisión asesora cuyo secretario actuará como director de orquesta de otros organismos públicos que en el pasado han entendido que en boca cerrada no entran hormigas.

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