Reflexión sobre la mentira del país que miente: Costa Rica, un país que conocerlo de verdad da pena. Si por ellos fuera se añadirían como un nuevo Estado-USA

CRICA Hipocrita

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Madrid, Madrid, Spain

lunes, 23 de junio de 2008

crica TRANSPARENTE¿¿¿????

Nos asustamos, y nos alarmamos año con año, tanto por el aumento en los índices de pobreza, como por el ensanchamiento de la brecha entre clases sociales... ¿Cómo no van a aumentar los índices de pobreza, si miles de millones de colones que el Estado costarricense destina a programas de desarrollo, son saqueados inmisericordemente? ¿Cómo no va a aumentar la brecha entre las clases sociales, si quienes engordan sus arcas a costa del erario público mediante privilegios odiosos, tráfico de influencias y compadrazgos que rozan la inmoralidad y la ilegalidad, viven en la más absoluta impunidad social y jurisdiccional?

Los temas no son nuevos, son recurrentes. Escándalos de tres días que en las flacas memorias de los costarricenses van dejando simplemente un pequeño escozor de malestar, mientras los graves problemas sociales del país se agravan día con día. Pero, a pesar de ello, aún no vemos acciones claras y decididas para enfrentar con conciencia nacional, la problemática.

II. Conflicto entre las creencias: los valores declarados y las acciones adoptadas

Entendemos por corrupción, el abuso de la función pública en beneficio privado, sea éste para obtener un beneficio ilegítimo o para evadir un costo legal. De conformidad con el concepto expuesto, son múltiples los casos de corrupción que han sido denunciados por los medios de comunicación colectiva en el transcurso de los primeros seis meses de Gobierno del Dr. Pacheco de la Espriella. Algunos de ellos, consecuencia de acciones desplegadas en la administración pública anterior, otros de actos ejecutados en la presente.(2)

La falta de controles en el ejercicio de la función pública, prebendas y privilegios indebidos (3)-(4), compadrazgos políticos, nepotismo y tráfico de influencias (5) han sido reportados en múltiples oportunidades por la prensa nacional en el transcurso de los seis primeros meses de gobierno de la Administración Pacheco de la Espriella.

Sin embargo, el Señor Presidente ha tenido que enfrentar recientemente una dura realidad: las salidas fáciles no son salidas... Al producirse en el ámbito nacional, los dos primeros escándalos relacionados con actos que la opinión pública tildó de corruptos, don Abel adoptó medidas populistas. Arrojó a los leones a los jerarcas de las dos primeras instituciones autónomas que los medios de prensa denunciaron, al mejor estilo de los circos romanos, dejando que su sangre corriera ante el pueblo que lo vitoreaba por su “valiente” acción.

Lo anterior,- en un inicio,- tuvo los efectos esperados por el señor Presidente de la República. A los ojos del pueblo, don Abel respondió con fuerza, con autoridad, personificando a un “buen padre de familia”, con cumpliendo la palabra empeñada en la campaña electoral. Enfrentó las consecuencias de su quehacer, “pasara lo que pasara...” Inclusive, si ello implicaba, cortar unas cuantas cabezas en su Equipo de Gobierno. Encarnó de esta forma, la figura del Presidente que todos deseaban.

Los efectos en la popularidad del Presidente no se dejaron esperar. De inmediato, subió vertiginosamente a un 85% de opiniones favorables según las encuestas, más que la de ningún otro Presidente de la República en sus primeros meses de gobierno.

El apoyo ciudadano a las medidas adoptadas por don Abel era fácilmente previsible. No se necesitaba ser un experto para llegar a esta conclusión. Sin embargo, el Presidente, al ejecutar su mandato, violó no sólo las más elementales normas de cortesía, sino también, a un tiempo, las normas constitucionales que garantizan el Principio de Inocencia, el Derecho de Defensa y el del Debido Proceso.

Sin llamarla para escuchar su versión de los hechos; sin darle ocasión de defenderse; sin averiguar con un poco de detalle los hechos denunciados para tratar determinar el grado de responsabilidad y participación de doña Roxana Víquez, y sin siquiera comunicarle personal y directamente su decisión de prescindir de sus servicios, el Presidente Pacheco destituyó a través de los medios de comunicación colectiva, a la Presidenta Ejecutiva del Instituto Mixto de Ayuda Social.

Al suscitarse el escándalo en el INCOP, el gobernante fue un poco más cauto. Ya la medida de la destitución no le fue aplicada de inmediato a su Presidente Ejecutivo. En esta ocasión, no fue sino hasta varios días después que aparecieron los primeros cargos en contra del “de Guillermo Ruiz, esta vez, después de habérsele permitido tratar de explicar estilo de administración” su actuar a la ciudadanía nacional, que fue cesado en sus funciones.

Sin embargo al jalar la hebra de lana, en vez de recoger un pequeño ovillo, al Presidente lo que se le vino encima fue una inmensa bola, que entre más se jala, más continúa creciendo. La corrupción no estaba concentrada en una o dos instituciones, sino que como los abejones de mayo, pululaba por todo el sector público. Se mencionaban ahora, hasta los nombres de algunos de sus más cercanos Ministros de Gobierno.

¿Y qué? ¿Iba a seguir don Abel destituyendo a diestra y siniestra del ejercicio de sus cargos a todos aquellos que fueran denunciados por la comisión de supuestos actos corruptos, sólo para ser congruente consigo mismo? La respuesta es obvia. Ahora no sólo no cesó en sus cargos a los denunciados, sino que, más bien, lo hizo con el “perro sabueso” al que inicialmente había pedido que investigara y persiguiera a los culpables Así es como el hasta entonces Ministro de Justicia y Gracia, Lic. José Miguel Villalobos, se convierte en el primer mártir de esta Administración en la “cruzada” contra la corrupción.

Se torna entonces golpeante la distinción entre los “valores declarados”, que el Presidente de la República proclama en público, y sus “valores acción”, que son los que verdaderamente guían su conducta. Aquellos sobre los que apenas repara, los que rara vez se llevan a la superficie para cuestionarlos, pero que le crean disonancias.

Don Abel escoge diversos matices de la realidad, para presentarlas “oficialmente” al mundo exterior y a la posteridad como la Verdad. En su elaboración ha integrado en el seño del Poder Ejecutivo, sendas “comisiones de investigación” para investigar,- valga la redundancia,- hechos identificados por la opinión pública como corruptos o irregulares. Estas comisiones, deberán rendir informes “imparciales” sobre los hechos acontecidos, con sus respectivas justificaciones y conclusiones.

Entre las comisiones integradas por el Señor Presidente, podemos citar las siguientes:

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Comisión para estudiar los “decretos de media noche” y el pago de prestaciones de altos jerarcas de la Administración Rodríguez Echeverría.
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Comisión o Junta de Notables para investigar las irregularidades en el Instituto Nacional de Seguros, INS.
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Comisión de Transparencia Institucional en el Instituto Nacional de Seguros para revisar las actuaciones indebidas o erróneas en materia de seguros, utilización de los recursos públicos y los programas, reglamentos y procedimientos internos
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Comisión para investigar las compras irregulares de terrenos del Instituto de Desarrollo Agrario
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Comisión para analizar el programa lotes con servicios ejecutado por el Instituto Mixto de Ayuda Social, IMAS
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Comisión para investigar el Sistema Nacional de Aduanas y recomendar las acciones para corregir su rumbo
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Comisión para indagar las razones que incidieron en la determinación de declarar desierta la licitación 7076-T para la compra de accesos DSL (que conectan las líneas telefónicas con la red de fibra óptica) en el Instituto Costarricense de Electricidad, ICE
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Comisión para analizar la Licitación Pública Internacional para construir un Centro Penitenciario en Pococí, Limón y su respectiva adjudicación
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Comisión para analizar si el Ministro de Justicia y Gracia, Lic. José Miguel Villalobos fue desleal con el equipo de Gobierno, en su comparecencia ante la Asamblea Legislativa, el lunes 28 de Octubre del 2002.

¿Y, será esta “comisionitis” en verdad la solución para los actos irregulares que se están presentando en este momento en toda la Administración Pública? ¿No será más bien el placebo que se receta a los enfermos para entretenerlos y que piensen que algo se está haciendo, cuando en realidad no se está haciendo nada por atacar a fondo la causa de los males?

¿Y qué va a pasar con los informes de tanta comisión? Después de gastar recursos en audiencias, inspecciones, visitas, etc. etc., ¿deberán reelaborarse los dictámenes iniciales como se hizo con las conclusiones de la Comisión que investigó los Programas de lotes con servicios del IMAS, para no herir las susceptibilidades de algunos funcionarios de gobierno allegados al Presidente? ¿Se irá a permitir disidencias en los criterios que sostengan quienes integran las comisiones? O, ¿deberán quienes discrepen, ser acallados por las buenas o por las malas, como pasó en el caso del informe que rindió la Comisión sobre la construcción y financiamiento de la Cárcel de Pococí, que el integrante disidente,- en este caso,- el Ministro de Justicia, pagó con su destitución?

Nos embarga una duda adicional como consecuencia de nuestros cuestionamientos anteriormente expuestos: ¿Deberán los dictámenes de las comisiones presentar las “verdades” a medias, tal y como el Gobierno necesita oírlas, consignando en los informes únicamente lo que políticamente se espera de ellos?

¿Se van a acatar las recomendaciones de las comisiones? ¿O irán a engrosar las ya sobrecargadas gavetas de los archivos ministeriales o los múltiples cestos de papel de deshecho en las oficinas de algún funcionario público? (6)

Bien recordamos aún, a un gran político costarricense que, cuando ejerció la Presidencia de la República, en múltiples ocasiones comentó que la mejor forma de parar un escándalo era crear una comisión. “Las comisiones sirven para tapar cualquier cosa...”, decía. ¿Será ésta la estrategia que está tratando el Presidente Pacheco de poner en práctica con la creación de tanta comisión en tan poco tiempo? Porque, tenemos todavía frescas en la memoria las palabras de don Abel, cuando alguna vez comentó que él no creía en las comisiones... ¿O será que ahora cambio de opinión?

III. El mayor potencial para el cambio se encuentra en las actitudes y creencias de la gente

Aún si aceptamos la “verdad declarada” por el Presidente Pacheco de la Espriella, y creemos que en su fuero interno hay compromiso para prevenir y combatir la corrupción, lo cierto del caso es,- tenemos que reconocer,- que la fuerza de la inercia y la golpeante realidad, son más fuertes que la voluntad del Presidente de la República. De ahí las incongruencias y disonancias. De ahí lo errático de su accionar que,- en un momento determinado,- lo hace declararle a la prensa: “yo no soy sapo”, cuando se le pide que revele información por él conocida, pero que en silencio cómplice se niega a divulgar.

Es claro que no podemos pretender que el Presidente siga “cortando cabezas” o sacando tarjetas multicolores, verdes, rojas y amarillas a diestra y siniestra. Esa no es la solución. Tampoco la encontramos promulgando más y mejores leyes; su inaplicación, aumenta tanto en el ámbito nacional como internacional, la desconfianza en las instituciones costarricenses, la inseguridad jurídica, la falta de credibilidad en los políticos y jerarcas y la apatía y frustración ciudadana.

Aun cuando no se puede forzar el diálogo, se lo puede alimentar. Esencial, es el rol de los medios de comunicación colectiva. Éstos pueden coadyuvar en el desarrollo de una visión compartida en torno a la problemática que se enfrenta, fomentando procesos de diálogo colectivo que propicien la reflexión nacional y promuevan la conciliación de puntos de vista divergentes relacionados con el impacto socio-económico de la corrupción, su prevención y combate.

Necesitamos una nueva conciencia, una nueva sensibilidad. Debemos cobrar conciencia que la corrupción en Costa Rica dejó hace ya mucho de tiempo de ser un fenómeno esporádico, aislado, para convertirse en uno estructural, que permea transversalmente todo el quehacer de la sociedad costarricense. Debemos tomar conciencia que corresponde hacer algo al respecto, que no podemos seguir quedándonos como impávidos espectadores, mientras todo el país se desmorona a nuestro alrededor; mientras el riesgo de una confrontación social de impredecibles consecuencias entre hermanos, crece alimentada por la injusticia social.

Se torna imprescindible en consecuencia, introducir cambios positivos en la situación descrita. La doble moral con que se manejan estos temas debe ser desenmascarada, debe ser expuesta con toda su crudeza. Se debe evidenciar las lealtades mal entendidas que superponen los intereses de la “solidaridad partidaria”, los intereses personalistas y de protección al compadrazgo y al tráfico de influencias, sobre los legítimos intereses de la Patria. Sólo así, tomaremos conciencia del gran drama social que estamos viviendo. Quizás entonces, decidamos asumir la responsabilidad personal que todos y cada uno de nosotros tenemos en la construcción de esa sociedad más justa, equitativa y armónica en la que todos aspiramos vivir en el Siglo XXI.

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