La pulpería es uno de los espacios más antiguos, funciona casi desde la época colonial. La vida social y económica de los pueblos tenía ahí su punto de contacto. La prestación de servicios, la reunión de personas de distintas edades, el correo, las noticias, el chiste, el comentario político y deportivo se sucedían y suceden en torno al mostrador o al corredor de la pulpería.
Punto de interrelación en lugares, cambia su estructura de acuerdo con la ubicación geográfica: no es igual una pulpería en el campo que en la ciudad. En la zona rural, generalmente con dos puertas y ventana de hoja de madera al centro, sin faltar la banca extendida, adecuada para “la conversona”. En su interior detrás del largo mostrador los artefactos de radio y televisión para compartir el partido, las elecciones, etc. Además una especie de pizarra con noticia de bailes, reuniones, excursiones, actividades deportivas. Leyendas, tradiciones, apodos tuvieron su gran desarrollo en estos lugares de tertulia y de comunicación social.
“Hoy no se fía, mañana sí” es la leyenda usual en la pulpería costarricense colocada por el pulpero. ¿Quién no recuerda haber visto el dibujo del que vendió a crédito, todo flaco y arruinado, a la par del que vendió al contado, tan rozagante y bien vestido?
Son posibles numerosas actividades alrededor de la pulpería: movimiento de personas, el marco funcional, la respuesta al medio social y la simbolización cultural. Es un edificio que establece, sobre todo en el área rural, posibilidades de vida social. Es parte del espacio comunal donde se generan funciones de comunicación que son parte de la vida cotidiana de muchas personas, por la transmisión o papel comunal de centro de información en oral y escrito.
Muchas veces se trata de espacios de representación popular por su sencillez y mesura. Lo más importante es el uso que le dan las personas: la pulpería tradicional ofrece bancas y lugares para conversar mientras se espera el autobús. Es un lugar de reunión, de conversaciones cálidas y mordaces, de rumores, de un fresco después, del partido de fútbol. Es un lugar al bajarse del bus y preguntar por una persona y además de averiguar su dirección, averiguar su sobrenombre.
Que dice mamá que lo apunte
Detrás del mostrador está el pulpero, personaje que está separado físicamente de los consumidores, pero en mayor relación interpersonal que en otro tipo de establecimientos de autoservicio, también necesarios. ¿Quién no recuerda al pulpero de la esquina que nos daba “feria”, unos confitillos de azúcar en forma de estrellitas cuando pagamos la cuenta? La famosa cuenta que se llevaba en una libreta, con cifras grandes escritas con lápiz?
En estos tiempos de inseguridad, en que las pulperías tiene rejas y todo el mundo anda nervioso cada vez que ve a un desconocido, parece mentira que todavía persistan costumbres como la de la libreta y comerciantes que confíen en sus clientes y los quieran ayudar en los aprietos para dar de comer a la familia.
Este trato personal se mantiene en buena medida, pese al cambio de propietarios y a la desconfianza
actuales. Hay que añadir que, estudios recientes indican que los precios de las pulperías y negocios minoristas no son más elevados que los de otros comercios que, por las grandes cantidades que venden.
Las taquillas
El escritor costarricense Magón, describe en algún momento estos espacios, a los que añade la cantina:
“El despacho de licor lo marcaba un pedazo de mostrador forrado de zinc, con su tubo de agua, su vasera verde y su cajón de agujeros, repleto de botellas rojas, pescuezudas, llenas de aguardiente”.
En la actualidad, debido a las nuevas regulaciones, ya casi no existen estas taquillas o locales que funcione como pulpería y cantina. Pero en algunos lugares, como en La Estrella del Sur de Ciudad Colón, hasta hace poco se veían las argollas para que la gente amarra los caballos mientras se bebía un trago o hacía la compra. Y no hace mucho, había en las pulperías grandes cajones con maíz o frijoles, en los que los niños metían felices los brazos.
¿Cuáles quedan de aquellos objetos que se vendían en la pulpería y que enumera Magön? Entre otros, “jáquimas y alforjas de mecate, sartas de trompos, rollos de cabuya un barril de frijoles bayos, el saco de azúcar negro con su cucharón de lata y erizado de avispas, el cajón de sal criolla rezumando agua, cazuelas y comales herrumbrados colgando del techo” . Y continúa con el queso Bagaces, los salchichones, los candelas, los atados de dulce y el queso de bola, junto con toda suerte de tiliches.
Estos objetos y alimentos han ido siendo reemplazados con el paso del tiempo. Aunque en cada uno sigue latiendo la ilusión que sentía cuando podía comprar un chocolate o un helado o cuando decía ansioso “Leonor, ¿me da la feria?” Así, la función social de la pulpería permanece intacta , como los recuerdos infantiles que siguen unidos a esos espacios de identidad.
Reflexión sobre la mentira del país que miente: Costa Rica, un país que conocerlo de verdad da pena. Si por ellos fuera se añadirían como un nuevo Estado-USA
CRICA Hipocrita
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domingo, 15 de junio de 2008
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